Vivir en una ciudad es vivir en espacios extraordinarios. Sus caminos y espacios, tan naturales para sus habitantes al asumirlos con la familiaridad de lo heredado, son realidades urbanas complejas fruto de una lenta evolución y mejora. Creo recordar que fue Oscar Tusquet quien dijo que el pensamiento griego comenzó a afilarse en el momento en que determinados espacios públicos de sus ciudades se nivelaron y empedraron, y contra natura, empezaron a aparecer extensas superficies planas, de una exactitud hasta entonces exclusiva del mar. Algo tan aparentemente sencillo, como un firme homogéneo y predecible liberó la atención prestada al irregular camino, y la colocó en los propios pensamientos.
Hay sendas y veredas, caminos y cañadas, calzadas, calles y callejones…, denominaciones que muestran la riqueza de los «espacios de la comunicación». El cuidado y renovación que los ya existentes requieren, no ha sido habitualmente una prioridad en el desarrollo urbano de las ciudades. En los noventa las estrategias de reactivación de áreas urbanas degradadas, basadas en la implantación de destacados equipamientos, tuvieron un efecto regenerador poco notable. En cambio, algo aparentemente más discreto, como la renovación de una calle favorece claramente el caserío que la encauza. Las calles no son sólo espacios de comunicación, sino que también son el caudal de aire y luz que nutre a las viviendas, y el paisaje al que miran. Por ello, el arreglo de una calle, mejora y revaloriza cualquier vivienda que da a ella, en mayor medida que cualquier reforma interior.
Málaga sigue, gracias a una continua renovación de sus espacios públicos, mejorando su imagen y revalorizando su patrimonio doméstico. La carga monumental, al este de calle Larios ha focalizado lógicamente, muchas de estas intervenciones; si bien actuaciones como la de calle Especerías, al oeste del edén, muestra hasta qué punto una magnífica calle estaba oculta bajo diseños que priorizaban el uso del automóvil. Muchas otras «calles del oeste» esperan su turno: calle Sagasta, Moreno Carbonero, Guillén de Castro, Sebastián Souvirón, Atarazanas… todas ellas en el entorno del Mercado de Atarazanas, una zona pendiente de recuperar el valor, que sólo la degradación de sus calles mantiene oculto. Es fácil imaginarlas llenas de luz y aire fresco.
Málaga sigue, gracias a una continua renovación de sus espacios públicos, mejorando su imagen y revalorizando su patrimonio doméstico. La carga monumental, al este de calle Larios ha focalizado lógicamente, muchas de estas intervenciones; si bien actuaciones como la de calle Especerías, al oeste del edén, muestra hasta qué punto una magnífica calle estaba oculta bajo diseños que priorizaban el uso del automóvil. Muchas otras «calles del oeste» esperan su turno: calle Sagasta, Moreno Carbonero, Guillén de Castro, Sebastián Souvirón, Atarazanas… todas ellas en el entorno del Mercado de Atarazanas, una zona pendiente de recuperar el valor, que sólo la degradación de sus calles mantiene oculto. Es fácil imaginarlas llenas de luz y aire fresco.
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