jueves, 1 de diciembre de 2011

EL POLISCOPIO


Los griegos aprendieron a conocer el mundo sencillamente observándolo; sentaron las bases del conocimiento científico y provocaron la decadencia de los ancestrales mitos y leyendas. Así de sencillo; o de difícil. Y esta conquista de la realidad, desde la más visible hasta la más oculta, ha ido siempre vinculada al surgimiento de herramientas de observación capaces de amplificar las capacidades de los sentidos, sobre la realidad que se quería conocer. Dos inventos permitieron salvar las distancias de lo muy pequeño y lo muy lejano. El desarrollo de la biología, química, medicina o astronomía con el desarrollo del microscopio y el telescopio, hacen desear la existencia de herramientas específicas de observación urbana.

La ciudad es aparentemente fácil de conocer en términos estacionarios a través del inventario y clasificación de sus componentes. Pero la ciudad está hecha de mutaciones de espacio y materia, de propiedad, de escala y de tiempo, y todos estos factores evolucionan, y hacen fintas continuas al conocimiento, obligando a políticas de desarrollo urbano imprecisas basadas en la observación de resultados de métodos anteriores. Vivimos en un continuo reajuste por «ensayo-error». Málaga tiene en el OMAU su más moderna herramienta de observación urbana, un poliscopio que permite evaluar el estado del organismo en el que vivimos, auscultar la ciudad y diagnosticar su salud.

La salud de una ciudad favorece la diversidad y el cambio; su degradación genera congestión, desigualdad y pobreza. Observar empíricamente estas condiciones muestra procesos contrapuestos en Málaga. Su repetición indica la persistencia de problemas urbanos y obliga a aceptar que nuestra comprensión de la ciudad sigue incompleta. La nueva zona comercial del puerto, (con el tiempo necesario para concluirla), podrá convertirse en un espacio homologo de la siempre sobrecargada calle Larios. Pero no basta con hacer del puerto un centro comercial; tiene que ser ciudad y estar cosido al Parque y no segregado de él por un cordón rodado de cinco vías. No podemos repetir aquí el error de la Alameda que intentamos resolver. Tampoco parece muy saludable colmatar los espacios públicos con toda clase de chirimbolos, que como virus inocuos campan a sus anchas por el organismo. Ensayo y error. Buenos son si conducen a más aciertos.


Artículo publicado en La Opinión de Málaga

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