Hay refranes asombrosos que dan muestra del poder de la inercia. Nunca he encontrado lógica al «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer». Como lo malo es objetivamente peor que lo bueno, para que este ejemplo de sabiduría popular tenga algún sentido hay que centrarse en el segundo integrante de la frase: lo conocido frente a lo por conocer, el conocimiento (aunque sea de lo malo) frente a la ignorancia (aunque sea de lo bueno). Inevitablemente, a nuestro favor aunque parezca lo contrario, el flujo del tiempo hace que el conocimiento de una realidad se vuelva obsoleto al ritmo de los cambios que ésta experimenta, y obliga a seguir atentamente el curso de las cosas.
Al ser las ciudades el mayor experimento en marcha imaginable, personas incluidas, el conocimiento que se tiene de ellas, y la manera en que se resuelven y aprovechan los problemas-oportunidades urbanas, necesita de una actualización continua, o al menos de un cambio de modelo de gestión urbanística. Muchas herramientas de gestión urbanística empiezan a parecer trincheras intelectuales de las que no se desea salir. Algo así como la inmovilidad de la comunidad científica a comienzos de siglo XX en la defensa a ultranza de los modelos clásicos de la física Newtoniana, que veía en la teoría de la relatividad de Einstein, una puerta al caos. Parece práctica habitual en los distintos campos del saber, querer conservar cualquier victoria del conocimiento, incluso más allá de la vigencia de su utilidad.
En urbanismo, seguimos funcionando con PGOU, lo que por el hecho de seguir haciéndolo es de agradecer. No obstante, las interesantes jornadas de difusión del Plan General celebradas a comienzos de semana, traen ecos científicos familiares, con modelos urbanos clásicos poco convincentes, pero aceptados ante la carencia de modelos urbanísticos relativistas que no fuercen el encaje de una realidad urbana fluida y mutante en la estática concepción que tenemos de ella. Parece que una verdad momentánea cuesta mucho trabajo alcanzarla como para desprenderse de ella y construir otra nueva. No debería ser así, si con la conquista de nuevos conocimientos y sobre todo, modelos ágiles de gestión urbanística garantizamos un mejor desarrollo de nuestras ciudades.
Artículo publicado en La Opinión de Málaga
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