Las ciudades no son el invento de un día. Su devenir ha estado siempre vinculado a una evolución azarosa en una suma y resta continua de logros y deméritos sociales, frutos de las tensiones demográficas y económicas, que tienen en la Cultura, en el Arte, uno de los principales indicativos de su salud. Una ciudad que fabrica Cultura es una ciudad que es capaz, superadas las necesidades básicas del habitar, de trascender su mero crecimiento físico. Sin duda alguna la diferencia entre una gran ciudad y una ciudad grande radica en la cantidad y calidad de su producción cultural.
El legado arquitectónico que la Málaga actual recibió del siglo XIX gracias a una arquitectura doméstica y proyectos urbanos de indudable calidad, mejoraron la vida de sus habitantes y convirtieron la ciudad en un referente urbanístico internacional. La buena arquitectura es una de las mayores producciones de cultura deseables porque muestra tanto la presencia de un tejido profesional formado y capaz, como la solvente organización socioeconómica que les permite el natural desarrollo de unos oficios aprendidos en una sutil urdimbre de capacidades.
En recientes artículos tanto la arquitecto Cristina García Baeza como la Historiadora de Arte Anatxu Zabalbescoa muestran cual es la actual realidad profesional de titulaciones superiores como la Arquitectura y diferentes Ingenierías, y evidencian no ya una fuga, sino una estampida de cerebros. Por encima del dinero, esta pérdida de talento es la principal descapitalización que una sociedad puede sufrir porque la aleja de sus mejores logros.
Si sumamos el hecho de que las escuelas de Arquitectura reducen cada año el número de nuevos titulados -el caso de Málaga es preocupante- evidencia que la calle, aun bajo apariencia festiva, es un territorio entre hostil y estéril al que se evita o postpone al máximo salir para no derrochar esfuerzos, braceando en cauce seco. Los nuevos destinos fuera del primer círculo europeo vuelven más improbable la recuperación de una generación que no puede desarrollarse en su país de origen. Hay en esta circunstancia una doble noticia: una que muestra carencias evidentes de un país que pierde ciudadanos natales y otra que enseña la preparación y el éxito internacional de estos jóvenes profesionales.
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