Bertrand
Russell llegó a la filosofía a través de las matemáticas, donde se refugió
huyendo de la entropía de la vida, mientras buscaba realidades absolutas que
poder emplear como certezas-guía. La arquitectura tiene algunas verdades
disciplinares: la gravedad, la luz, el cobijo... y una gran verdad
incuestionable: su utilidad social. La arquitectura que se concibe o se
construye por preferencias exclusivas a las verdades disciplinares nace
limitada por un afán menor. La pérdida de perspectiva puede distorsionar el
diagrama de conjuntos que estructuran nuestras comunidades. Por ello, conviene
comprender qué conjunto está incluido en cuál, y no querer explicar la realidad
en la clave del subconjunto que cada quien habite.
«Dios
está en los detalles», decía el arquitecto Mies Van der Rohe cuando afinaba las
soluciones constructivas de sus proyectos. Con el tiempo se comprende que Mies
podía decir lo anterior, porque no perdía nunca de vista el fin general, siempre
atento al Todo al que supeditaba las Partes que definía con sus detalles.
Conseguir que todas las partes de un organismo superior, no destaquen por
encima del Todo al que pertenecen, es dificilísimo. Las ciudades son un ejemplo
de lo anterior con su continua tendencia al desequilibrio. La sola concepción y
construcción de un edificio, es ya en sí una complejísima actividad compartida
en la que un flujo de decisiones, que van del papel en blanco hasta la elección
del picaporte, acercan o alejan la realidad en curso, del objetivo que la
anima.
Los
diagramas de conjuntos de Euler-Venn con los que nuestros maestros nos
adentraron en las matemáticas vuelven a escena, explicando con sus relaciones
de pertenencia, de inclusión, de intersección o igualdad, no sólo matemáticas,
sino lecciones de equilibrios y desequilibrios. Cuanto más pequeño era el
subconjunto menos trascendencia tenía en el lógico escenario matemático. Una
sinfonía que atienda prioritariamente a las necesidades expresivas del gong es
cuanto menos una excentricidad. Del mismo modo, la arquitectura y el desarrollo
urbano de las ciudades deben atender a planteamientos basados en el conjunto
universal: el bien individual compartido. Lo demás son lecturas erróneas de los
diagramas de conjuntos, donde las partes predominan sobre el Todo. Y eso ya
vemos que no funciona.
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