El consumo define en gran medida la sociedad contemporánea. No hay que demonizarlo; gracias a él decidimos agruparnos hace milenios, primero amurallados protegidos del exterior desconocido y luego a campo abierto, trasladando la protección al portal de cada casa. El intercambio creó las ciudades. La necesidad del otro, de sus habilidades en la producción de objetos de consumo: alimentos elaborados, útiles domésticos, herramientas, ropajes… La vivienda originariamente no estaba entre los bienes de consumo. El barro de un suelo permitía, secado al sol entre tablillas, fabricar ladrillos para construir la casa sobre él. En sociedades primitivas el suelo era también la casa.
El arquitecto Mies van der Rohe decía que la arquitectura surge en el momento preciso en «que dos ladrillos son dispuestos con esmero uno junto al otro». Para ello, hay que entender la construcción, como el respeto exquisito a los materiales orquestados entre sí para su máximo rendimiento. Las sociedades más tecnificadas y la complejidad de la construcción convierten la arquitectura en un bien de consumo y su producción dejó de ser hace mucho una acción natural, a medida y propia de cada cual, para convertirse en un proceso de producción en serie, pret a porter, que toma como referencia para sus productos, dos o tres modelos de ciudadano, con dos o tres tipos de necesidades vitales: single, pareja y familia de dos hijos pequeños.
El supuesto grado de especialización en la producción de viviendas, y su control y confinamiento normativo, ha provocado un empobrecedor reduccionismo en una oferta que no responde a lo necesario, y que no consigue acercarse a una variedad vital más amplia y con menos recursos que la de finales del XX. Todos los jerseys son iguales, del mismo color, talla única. Por norma. Reconocemos una promoción de viviendas recién construidas y ocupadas por las cubas aparcadas, a donde vuelven los materiales, tras los derribos a medida de las viviendas recién adquiridas. Mientras que la normativa residencial no evolucione hacia mayores cotas de autogestión del espacio interior seguiremos utilizando jerseys, para hacer jerseys. Y así, la vivienda hecha, deshecha y rehecha señala fallos graves de un sistema que sufre hipotermia al olvidar la versatilidad de la vida.
artículo publicado en La Opinión de Málaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario