La escala de las cosas define su magnitud con respecto a las dimensiones que componen la realidad. Las cosas, los acontecimientos, las arquitecturas son grandes o pequeñas, duraderas o efímeras. Cuando hablamos de la magnitud de una arquitectura inmediatamente pensamos en su tamaño, no tanto en su dimensión temporal, en su capacidad de perdurar y seguir siendo útil el máximo tiempo posible. Los tipos de duración definen la verdadera magnitud de las arquitecturas, y las convierten en monumentos temporales o en anécdotas, en reflejo substancial de nuestra identidad social compartida o en rasgo prescindible de la misma.
La arquitectura manifiesta la necesidad de espacios cualificados que favorezcan el despliegue de las actividades vitales, individuales y sociales, del hombre. Necesidades individuales, y necesidades sociales. Esfuerzos de unos pocos o de unos muchos. Aquellas necesidades y creencias compartidas, capaces de congregar a una comunidad de forma mayoritaria, suelen generar especies arquitectónicas de mayor longevidad. Hoy día las nuevas demandas sociales producen aeropuertos, campos de fútbol, hospitales…, arquitecturas perennes que significan y satisfacen las necesidades de movilidad, ocio y salud de nuestra sociedad. La vivienda, necesidad común, pero de índole individual, lamentablemente ya no se encuentra entre ellas, y no suele sobrevivir a sus habitantes. Junto a estas arquitecturas con distinto grado de permanencia, existen en las ciudades toda una serie de arquitecturas fugaces que visten periódicamente, demasiadas veces con ropajes insuficientes, las actividades que desarrollan en espacios públicos.
El Parque de Málaga muestra nuevamente, con la Feria del Libro, un ejemplo de estas arquitecturas de escena. Decía George Kubler que «los deseos humanos oscilan entre la réplica y la invención, entre el deseo de volver al patrón conocido y el de escaparse de él…». Aun cuando este año la Feria incorpora una pequeña variación en las casetas, muchas, tal vez por rutina o por el error de asociar el progreso al automóvil, siguen mirando al tráfico y dando la espalda al Parque, situando a los visitantes –siempre peatones– paseando junto a la carretera. El mayor uso que se hace del espacio público para eventos religiosos, culturales, o festivos, incrementa la presencia de arquitecturas efímeras en la ciudad. Toca subir el listón en todas ellas.
artículo publicado en La Opinión de Málaga
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