Hace tiempo me contaron una bella historia que si «non è vera é ben trovata» sobre los asentamientos litorales en la costa mediterránea. Las distancias que separaban los distintos poblados costeros, origen de muchas ciudades actuales, no solían superar los quince kilómetros. Esta distancia venía determinada por el reparto que hacían de la costa, es decir del mar como fuente de sustento, los primeros grupos pobladores y su descendencia, quienes a su vez repetían el proceso repartiéndose las riquezas naturales. La verdad es que con la provincia de Málaga y su Costa del Sol, se cumple la regla, y es difícil imaginar una ciudad más abrazada al mar.
He vuelto a Braudel y a releer su Mediterráneo en un intento por comprender mejor la naturaleza de esta denominación, y la condición indiscutible de Málaga dentro de ella. No entiendo cómo es posible que la Comisión Europea no haya incluido a Málaga en «el Corredor Mediterráneo» de la red de infraestructuras de transporte prioritarias. Vuelvo a mirar la línea serpenteante del Mapa Oficial del Ministerio de Fomento. Un hilo rojo y azul, cose Norte a Sur las principales ciudades del litoral mediterráneo español: Barcelona, Tarragona, Castellón, Valencia, Alicante, Murcia, Almería…de repente, la línea bicolor, de alta velocidad de viajeros y de mercancías, hace una sorprendente pirueta geográfica, faltando a toda lógica, para llegar a Algeciras saltándose Málaga.
Hay lógicas maleables, que pueden modificarse con discursos habilidosos; hay otras que son aplastantes y su negación levanta la indignación. Ésta es una de ellas: el Corredor Mediterráneo, y la importancia de la cofinanciación comunitaria durante los duros años por venir, no puede dejar a Málaga al margen de la activación económica, laboral y social que una inversión tan trascendente tendrá sobre las ciudades elegidas. Damián Quero, en su escrito sobre la Geografía y la Urbanización en las Ciudades Mediterráneas, ponía a Málaga como ejemplo recordando la ocupación espontánea de los espacios deseados. Hace ciento cincuenta mil años ya lo sabían los Neanderthales, que colonizaron el Bajondillo. En la actualidad, y cito textualmente: «Málaga vive un proceso convulso y opaco de cambio de destino…donde los ciudadanos son espectadores de incomprensibles juegos administrativos y empresariales» Y tanto.
He vuelto a Braudel y a releer su Mediterráneo en un intento por comprender mejor la naturaleza de esta denominación, y la condición indiscutible de Málaga dentro de ella. No entiendo cómo es posible que la Comisión Europea no haya incluido a Málaga en «el Corredor Mediterráneo» de la red de infraestructuras de transporte prioritarias. Vuelvo a mirar la línea serpenteante del Mapa Oficial del Ministerio de Fomento. Un hilo rojo y azul, cose Norte a Sur las principales ciudades del litoral mediterráneo español: Barcelona, Tarragona, Castellón, Valencia, Alicante, Murcia, Almería…de repente, la línea bicolor, de alta velocidad de viajeros y de mercancías, hace una sorprendente pirueta geográfica, faltando a toda lógica, para llegar a Algeciras saltándose Málaga.
Hay lógicas maleables, que pueden modificarse con discursos habilidosos; hay otras que son aplastantes y su negación levanta la indignación. Ésta es una de ellas: el Corredor Mediterráneo, y la importancia de la cofinanciación comunitaria durante los duros años por venir, no puede dejar a Málaga al margen de la activación económica, laboral y social que una inversión tan trascendente tendrá sobre las ciudades elegidas. Damián Quero, en su escrito sobre la Geografía y la Urbanización en las Ciudades Mediterráneas, ponía a Málaga como ejemplo recordando la ocupación espontánea de los espacios deseados. Hace ciento cincuenta mil años ya lo sabían los Neanderthales, que colonizaron el Bajondillo. En la actualidad, y cito textualmente: «Málaga vive un proceso convulso y opaco de cambio de destino…donde los ciudadanos son espectadores de incomprensibles juegos administrativos y empresariales» Y tanto.
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