En 1225, en Beauvais, se decidió erigir una catedral que fuese más alta que las que se estaban construyendo en ninguna otra ciudad de Francia. La bellísima catedral gótica se concibió con una esbeltez nunca vista y se forzó la resistencia del material obligando a la piedra a conformar elementos estructurales de una liviandad nunca antes realizada. Antes de que se acabase el siglo XIII dos contrafuertes del ábside se rompieron, viniéndose abajo varias bóvedas del coro. La iglesia se reforzó y tres siglos después, recuperados del susto, insistieron en seguir manteniendo el sistema concebido realizando a mediados del siglo XVI una torre-flecha en el crucero de 153 metros que colapsaría el día de la Ascensión de 1573. Fue la puntilla definitiva a las reminiscencias que por entonces aun quedaban del Gótico.
A veces sencillamente se fuerza demasiado la realidad, y un sistema funciona hasta que se tensa demasiado y se rompe. Apuntalar los restos es indudablemente una opción. De hecho, la catedral de Beauvais sigue desde entonces reconstruyéndose. Los nuevos apuntalamientos metálicos realizados en 1990 ya han empezado a resquebrajar la fábrica, en una prueba tangible de que el mito de Sísifo existe en Arquitectura. Por el contrario, para quienes no intentaron consolidar un orden caído por su propio peso, el Renacimiento florecería con una riqueza extraordinaria. Muchas realidades transitan hoy día esta disyuntiva.
Llega el año 2012 del que se espera más que de los anteriores, porque el deseo generalizado es más acuciante. Al recibir el Premio Internacional de Cataluña 2011, el escritor Haruki Murakami habla en su discurso de la necesidad actual de «soñadores poco realistas», no desvinculados de la realidad posible, sino de la cara A de la realidad, aquella que vivimos y que no funciona, aquella «que tiene un nivel de realidad aun menor que el mundo irreal». La construcción lleva cinco años reduciendo su actividad, aunque la concentración de tiempo y esfuerzos en un menor número de obras ha mejorado su calidad arquitectónica. Los finales y los comienzos van emparejados. Y 2012 es un buen momento para darles forma. Se necesitan soñadores que construyan la cara B de la realidad, y líderes que apoyen esta posibilidad.
Artículo publicado en La Opinión de Málaga
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