jueves, 31 de mayo de 2012

HECHO EN MÁLAGA





El desarrollo exponencial de la tecnología de la construcción y la multiplicación de los medios de difusión, han acercado, en principio virtualmente, sistemas y materiales de construcción empleados en otros lugares, a unas distancias que dejaron de medirse en kilómetros para medirse en horas. La posibilidad de mirar hacia fuera y conocer lo ajeno influyó en cierta pérdida del conocimiento de la arquitectura vernácula y de la maestría en el empleo de recursos propios.

La ciudad necesita, más que nunca, desarrollarse dentro de cierto grado de autonomía local. La accesibilidad a materiales distantes ha podido reducir el impacto positivo que la actividad edificatoria debería tener en la consolidación de la industria del sector en el lugar que se realiza. La producción y elaboración de productos y materiales del lugar se transforma en una mera distribución de materiales importados, con la ralentización que esto supone en el desarrollo y consolidación del necesario tejido productivo de una ciudad. Esta aparente normalización del sector según estándares centroeuropeos ha generado una regulación que propicia arquitecturas sobrecargadas tecnológicamente para climas tan benignos como el mediterráneo, donde la arquitectura blanca de barro y cal dio muestras de una depurada sabiduría constructiva.

Málaga, y muchas otras ciudades necesitan volver a conocer, valorar y potenciar los medios propios de que disponen. La ciudad y su arquitectura deben recuperar mayores niveles de autosuficiencia gracias al conocimiento y aprecio profundo de su materia prima, de sus posibilidades de transformación en materiales idóneos al lugar de origen, tanto por la economía implícita en su cercanía como por el fomento productivo que supondría su empleo. Louis Kahn decía que también entre los materiales de la arquitectura se encuentra el propio arquitecto, material capaz de juntar en concierto al resto.

Hay problemas urbanos pendientes, casi crónicos, cuyo encauzamiento mediante concursos de ideas, pueden contrarrestar la fuerte inactividad local tras cinco años de travesía. Desvelar las posibilidades del Campamento Benítez, o de los Baños del Carmen, proponer soluciones al estrangulamiento del paseo marítimo de levante, o la regeneración de la irreconocible Alameda, pueden ser magníficas ocasiones del Ayuntamiento y del Colegio de Arquitectos de Málaga para aprovechar su materia prima, su conocimiento y su energía creativa.

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