Un mito es recurrente cuando encierra en sí, una porción del mundo, parte de la explicación que ayuda a comprender la naturaleza que nos constituye. Su recurrencia es principalmente una muestra de su acierto narrativo. El mito de la ciudad de Babel se repite como un ejemplo histórico de confusión, y la paralización de la construcción de su torre, empresa que exigía unificar muchos tiempos ya descrita por Herodoto tras su visita a Babilonia, es una narración en adobe de cómo la realidad que «no tiene pasión suficiente para hacerse presente, nunca conseguirá moverse de donde se encuentra, pues deberá estar constantemente recomenzando».
Parece que los tiempos actuales han acentuado la confusión urbana, en ciudades que invierten sus esfuerzos en acciones enfrentadas. Las ciudades confunden obras viarias con progreso urbano, y éste con bienestar ciudadano. Se confunde fiesta con bienestar, y a falta de una estabilidad social que garantice, o que al menos permita, cierto desarrollo en los distintos formatos imaginables: jóvenes profesionales, singles avanzados, parejas con o sin hijos, mayores… parece que la única oferta mantenida por las ciudades es la intensidad de un presente festivo, apuntalado por la terapéutica dosis de embriague hedonístico.
En Málaga, el puerto después de su acercamiento a la ciudad vuelve a alejarse con la construcción de nuevas vías de tráfico en un Paseo de los Curas que le pierde el sentido a su nombre. Es una pena que el ejemplo de La Alameda, en su terrible degradación, no sirva al menos para saber lo que no debería repetirse en Málaga. La nueva inversión económica conseguirá que el Paseo de los Curas distancie el puerto que tras muchos esfuerzos e interminables debates se integraba en la ciudad. Con obras que hacen y deshacen, Málaga se desliza hacia una suerte de vibración que aparenta dinamismo, pero expresa como el tapiz de Penélope, acciones que se neutralizan entre si, manteniendo sólo la ilusión de movimiento. Esta realidad que repite errores y desanda caminos, es un ejemplo de la dispersión ideológica del urbanismo imperante. Hace falta que los proyectos urbanos recuperen la continuidad en el tiempo y clarifiquen sus objetivos para evitar entrar en esta vibrante y costosa quietud.
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