Hay una misma palabra, balance, cuyos significados son complementarios en español: recuento o valoración, y en inglés: equilibrio. Las situaciones de equilibrio son el resultado de un balance o suma de factores que guardan una proporción entre sí, cuyo resultado armonioso produce satisfacción, e incluso una inexplicable alegría que puede convertirse en el momento estético de un día cualquiera. Producen satisfacción los movimientos certeros de Federer al colocar con su raqueta una bola a 170 km/h, con precisión de cirujano, a base de talento y esfuerzo; también da alegría ver cómo tecnologías y conocimientos internacionales son capaces de unirse para posar un laboratorio con ruedas a 60 millones de kilómetros en Marte; o recorrer un buen edificio, conjunción por antonomasia de saberes técnicos y artísticos, y comprobar que se está en un organismo preciso, sin nada que le sobre ni le falte.
Más difícil es conseguir este grado de armonía en una ciudad, por la imposibilidad de mantener esfuerzos y criterios durante generaciones; y más aún cuando la construcción se ha volcado sobre negocios inmobiliarios a la carrera. La simultánea devaluación de la arquitectura tras una producción masiva que ha reducido calidades, aleja el deseable entendimiento que de ella se tenía como la madre de todas las Artes. Recuperar este sentimiento es empezar a mejorar nuestro entorno porque se cuida lo que se respeta. Hay usos masivos con los que una ciudad pierde su equilibrio, y tiene por momentos un balance deficiente.
Leo en prensa noticias de la Feria de Málaga: más que noticias son balances, análisis de lo sucedido, en un intento por inventar realidades o acercarlas a distintos deseos. La Feria puede haber sido una celebración conmemorativa que fomenta tradiciones locales o una cita significada del botellón nacional. Isamu Noguchi, escultor del siglo XX, lamentaba que el arte solo se encontrase en museos y defendió siempre que el arte y la belleza eran necesarias para enaltecer la vida, para elevarla sobre sí misma. Todo depende de la cultura, de la que se tiene y de la que se sabe producir, para así defender la integración del arte en lo cotidiano y preservar sin necesidad de blindar, la ciudad de todos.
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