Como cada dos años, se vuelve a editar en Venecia la muestra de Arquitectura que explica al mundo la investigación y desarrollo de la Arquitectura: sus experimentos, los riesgos asumidos en ellos, los logros alcanzados en algunos. Cada vez más cerca de una pasarela de moda, la Bienal de Arquitectura de Venecia intenta transmitir al público no especializado –el peregrino profesional suele llegar convertido– las bondades de la investigación en la arquitectura, con la cual, como sucede en otras ramas del saber, alcanza un mayor desarrollo y procura un mayor beneficio social.
El nuevo comisario de la Bienal es David Chipperfield, arquitecto ganador del Premio Europeo de Arquitectura Mies Van der Rohe 2011, por su sobria y contenida rehabilitación del Neues Museum de Berlín. Conociendo la discreción de su trabajo se comprende que en su discurso de presentación haga un «elogio de lo cotidiano» y se aleje del círculo del "Star system" y la arquitectura entendida como espectáculo. Hace algunos meses hicimos la inmersión urbana «Elogio de lo Posible» que buscaba el protagonismo del trabajo anónimo, silencioso y entusiasta en la adversidad, de una generación de arquitectos que no encuentran sitio en su tierra. La mayoría de arquitectos invitados a la muestra pertenecen al "Star system" -lo cual no deja de ser una paradoja de la exposición- pero reivindican precisamente las obras realizadas por autores anónimos.
Tal vez la propuesta de Luis Fernández Galiano sea la más lúcida, al mostrar en "Spain mon amour" la doble condición de la arquitectura española, vista desde la cima y desde el abismo, desde sus logros y desde la dramática situación actual. Su teatral puesta en escena cuenta con almas blancas de la arquitectura, estudiantes vestidos de blanco, cuyos rostros cubiertos de máscaras reflejan la identidad genérica del arquitecto anónimo. Como ángeles de la guardia deambulan entre maquetas afanándose por explicar la esencia de la arquitectura para ir cerrando una brecha entre arquitectura y sociedad que la incomprensión de los experimentos arquitectónicos ha ido agrandando en la última década. Como La Anfisbena, serpiente de dos cabezas narrada por Jorge Luis Borges, la arquitectura mira en dos direcciones opuestas. Toca elegir.
Artículo publicado en La Opinión de Málaga
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