jueves, 6 de septiembre de 2012

ARQUITECTURA POVERA



Arte Povera, arte pobre. Este término lo utilizó por primera vez a finales de los años sesenta una vanguardia artística que comenzó a emplear materiales de muy fácil adquisición y bajo coste, incorporando a sus creaciones artísticas incluso materiales de desecho, en una segunda oportunidad para expresar sus posibilidades de ser más allá de lo establecido y los dogmas e iconos artísticos encumbrados por los mass media.

A diferencia de otras artes más autónomas, la arquitectura, como arte social, precisa y se constituye de y para el otro. La arquitectura necesita de la necesidad social y de los medios económicos mínimos con los que poder realizar los proyectos que mejoren la realidad incompleta. Sin necesidades no hay arquitectura, sin unos medios mínimos tampoco. La mantenida situación macroeconómica y unas medidas supuestamente estabilizadoras que no alcanzan realmente al grueso social por el desvío del capital hacia un andamiaje financiero alejado de las necesidades sociales, obliga a realizar un inventario ideológico, un recuento de posibilidades.

Es indudable que unas circunstancias tan restrictivas como acuciantes han desarrollado entre los arquitectos que intentan perdurar en territorio natal, una nueva tendencia en la arquitectura española, por su nueva forma de acercarse a la construcción y encontrar valor y utilidad en materiales desdeñados para la construcción tiempo atrás. Es posible mejorar la realidad física con propuestas capaces de emplear materiales baratos mediante nuevos e imaginativos planteamientos. Sólo desde ellos se pueden descubrir nuevas posibilidades expresivas y técnicas de materiales que están al alcance por su bajo coste.

El arquitecto povera, como ya lo hiciera el artista povera, deberá encontrar en ellos las raíces extraordinarias de lo ordinario y cualificar la realidad desde una conexión íntima con ella. El Arte Povera se caracterizó por su alto grado de creatividad, por su espontaneidad y por la recuperación de la inspiración y la energía.

Las administraciones públicas, impotentes ante la diáspora técnica de sus ciudades asisten desorientados a una disminución de población y credibilidad, mientras los colegios profesionales procuran mantenerse a flote un trimestre más en medio del aparente desinterés estatal. Es necesario salir del desconcierto para volver a convertir la ilusión en utopía y en movimiento no aleatorio.


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