Hace años en
Benalmádena, durante una conferencia del arquitecto Javier Sáenz de Oíza, se
reflexionaba sobre la importancia de la escala en la ciudad, en un momento en
que el famoso concepto de «escala humana» se simplificaba y confundía a menudo
con el simple fomento de bloques de menos de cuatro plantas de altura. En el
debate alguien preguntó sobre la posibilidad de extrapolar los «Cubos
Metafísicos» de Oteiza del reducido mundo de la escultura al monumental de la
arquitectura, a lo que Oíza contesto: «¡No existen hormigas de treinta metros;
se romperían!». Asunto zanjado.
Con este ejemplo de la
hormiga gigante, nos mostró que determinadas pautas del pensamiento que buscan
el empleo de recursos conocidos no siempre son viables. El recuerdo de esta
anécdota del desaparecido arquitecto afloró tras observar situaciones urbanas en
las que de alguna forma se tiende a incrementar la cantidad de algún factor,
mostrando como sostenía el filósofo que sólo el bien absoluto soporta un
incremento de sí continuo sin devenir en mal. Lo demás son bienes relativos, y
con ellos entramos en el mundo de los rendimientos decrecientes donde más de
algo no implica mejor.
Más coches no implica
una mejor movilidad; solucionar cuestiones de tráfico con el tendido de más
vías rodadas atravesando centros históricos muestra políticas obsoletas que
favorecen la congestión. Algo parecido sucede con la profusión de macetones,
trenecitos de vagones verdes y demás artilugios florales que buscan «hermosear»
centros históricos, mientras consiguen lo contrario, al llenar de
interferencias el espacio público y evidenciar que más macetas no procuran una
ciudad más verde, sino que escatiman verdaderas soluciones para recuperar la
presencia de la naturaleza en ámbitos hiperurbanizados. Igualmente, debates
eternos favorecen la falta de acuerdos, mostrando cómo las palabras, superado
un límite, aplastan la acción; del mismo modo que el apilamiento continuo de
materiales en una construcción, más que garantizar una obra más resistente,
provocan su colapso. Los Baños del Carmen muestran cómo un lugar valioso puede
llegar a convertirse en un problema urbano, cuya solución tras debates
históricos es aceptar que las cosas sigan como estaban. Sin ideas se fortalece
la inercia, cuyo crecimiento quebradizo nos aleja de lo bueno posible.
Que buena respuesta, ¡No existen hormigas de 30 metros! !Pués claro! Qué tontería de pregunta...
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