La realidad se perfila lentamente, pasando muchas veces por episodios informes. Esta condición indefinida, más que anularla, la dota de su mayor potencial, al convertirla en una realidad abierta. En la oscuridad, una pequeña fuente de luz, es capaz de convertir una pared desnuda en todo un teatro de sombras. En ella, unas manos diestras son capaces de componer figuras y animarlas con un movimiento sostenido mediante la imaginación compartida. Esta bellísima gestión de lo escaso daría lugar hace cinco mil años al juego de las sombras chinescas.
Una situación parecida hace que la ciudad que nos rodea nos hable más desde sus existencias que desde sus novedades; desde la limitación, más que desde la abundancia. No consumimos novedades urbanas velozmente porque no se suceden al ritmo acostumbrado a comienzos de siglo. Los recursos son más valiosos –y valorados– y quizá por ello, volvemos los ojos a lo logrado y acostumbrado hasta el momento. La ciudad está llena de logros urbanos, en una sucesión de novedades fruto de un crecimiento inflacionario. Logros recientes y pasados, sobre los que reflexionar para gestionar mejor su valor, y para que su incorporación en la ciudad no se quede por debajo de sus posibilidades.
Logros pasados como la Alameda, o presentes como la culminación inminente con la apertura del Museo de la Aduana, del proceso de regeneración de la zona arqueológica de la Alcazabilla, espacios que se abren a nuevas reflexiones, para aprovecharlos mejor. La Alameda con soluciones que la conviertan en paseo y no en frontera, que alejen el «metro en superficie», extraño oxímoron...y la Alcazaba queriendo extender su influjo y valor por los recorridos de la ladera que la enmarca. Decía Witold Gombrowicz en su poético escrito Contra los poetas que «...poco a poco el estrechamiento se hacía más estrecho, pero también lo bello, libre de toda vinculación, se hacía cada vez más bello, lo profundo cada vez más profundo; lo noble siempre más noble...» Y en esta intensificación de nuestras realidades cotidianas, tal vez podamos también decir: y la Alameda más Alameda; y la Alcazaba, más Alcazaba. Y lograrlo con la gestión de lo escaso, pero precisamente por eso, más valioso que nunca.
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