El cerebro del homo sapiens está compuesto por cien mil millones de neuronas. Las experiencias de la vida van estableciendo conexiones entre ellas que permiten el desarrollo del potencial intelectual y el mejor rendimiento del pensamiento. Las experiencias positivas construyen sinapsis y cerebros inteligentes, las negativas las destruyen consiguiendo con ello apagar el brillo de los pensamientos. La capacidad de funcionar en red condiciona, por encima del número de neuronas, el alcance de nuestros cerebros.
Y esta capacidad de relación que la Naturaleza busca y recompensa con ventajas para la supervivencia, se repite en distintos fenómenos a distinta escala. La organización de una ciudad precisa de la enriquecedora relación entre sus habitantes, de modo que el conocimiento y valoración del capital comunitario amplíe las posibilidades de acción de sus miembros. El geógrafo Jared Diamond cree que la falta de inteligencia social se debe a la incapacidad para detectar los problemas o prever el efecto de las propias acciones, en un malfuncionamiento de los grupos de intereses e individuos que los forman, incapaces de conectar sus inteligencias entre sí, y quedándose por ello, aislados en un escalafón inferior al social.
La ciudad es una radiografía del estado de salud social que muestra una comunidad. A nivel urbano, la calidad de su arquitectura, la conexión entre sus barrios, la mezcla de usos, o la riqueza y variedad de sus actividades dan de forma continua un diagnóstico. Las mejores arquitecturas son las que saben establecer mejores relaciones entre sus partes; a todos los niveles: relaciones entre los elementos que componen una fachada: muros y huecos; entre las distintas estancias, de cuya proximidad y vinculación se enriquece su uso; entre los espacios interiores y exteriores que se refuerzan por contraste... La existencia de barreras, no sólo físicas, sino administrativas e ideológicas reducen una y otra vez la necesaria capacidad de relación para producir sinapsis ciudadanas y acuerdos políticos con los que avanzar. No hay nada más sostenible en la construcción de una ciudad y su sociedad que la capacidad para generar acuerdos que marquen el rumbo de los principales proyectos urbanos y nada menos deseable que observar como las neuronas entran en un proceso de ensimismamiento estéril.
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