jueves, 23 de diciembre de 2010

EUREKA

IÑAKI PÉREZ DE LA FUENTE Llueve. Llueve mucho mientras me entretengo en la arquitectura siempre actual de Mies van der Rohe, en su ya histórico Pabellón de Barcelona de hace 81 años, en los Apartamentos LSD en Chicago. Me acuerdo entonces del grupo malagueño Lake Shore Drive y escucho su música. La pista 3 lleva por título «es una buena noticia» con lo que, por una de esas concatenaciones de ideas que tiene el pensamiento azaroso, me acuerdo de la aprobación del Plan General de Ordenación Urbana de Málaga. 

Oigo en el interior de mi cabeza el eco de un por fin enorme. Entre medio, años de gestación y tramitación; de visiones, supervisiones y revisiones; de informes desfavorables, casi favorables y aprobaciones provisionales, para finalmente, ocho años después y veinte mil malagueños más, obtener la aprobación de la Junta de Andalucía, la buena, la definitiva. Nos llega por Navidad, con la alegría de que la ciudad actualiza su marco urbanístico, del que esperamos cierta reactivación del panorama urbanístico y económico. 

El urbanismo experimenta con la ciudad como laboratorio, aunque en esta ocasión el PGOU 2011 no ha tenido gran posibilidad de variar el modelo urbanístico de la ciudad, tras algún tímido intento por despeinar la monotonía de una ciudad plana que carece de acentos o de algún coprotagonismo contemporáneo con el casi omnímodo Centro Histórico. Los informes de la Junta y el Gobierno central no vieron con ojos cariñosos algunos de los planteamientos iniciales y se comprimió las torres de Repsol, apretó la ciudad al interior de la Ronda, y dejó en el rebalaje las viviendas de Pedregalejo. Arraijanal se queda como está y el Guadalmedina sigue en el purgatorio. Me viene a la cabeza la conferencia de Francisco Jarauta en el II Seminario que organizó el Colegio de Arquitectos sobre los cambios en el habitar y la velocidad a la que se producían en la sociedad contemporánea. Al final resulta que «solucionamos los problemas del pasado», mientras la vida ya avanzó hacia nuevas situaciones. Así estamos. En algún momento el progreso llegará también a los modos en que construimos las ciudades y las herramientas que empleamos para hacerlo legalmente. Y entonces no harán falta PGOU. Por fin


Publicado en la opinión de Málaga

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