Hace ya algunos años un compañero de promoción y yo nos acercamos a Barcelona a reverenciar la arquitectura atemporal del Pabellón de Barcelona de Mies, sus travertinos, el espacio fluido, más tarde enriquecido con el proyecto efímero que SANAA hiciese dentro de él con pieles acrílicas. Junto a esta pieza atemporal de la arquitectura acudimos al acuario a ver tiburones. Hay veces que la naturaleza considera que ha hecho bien las cosas y entonces mantiene la solución alcanzada al entender que es óptima para sobrevivir en el medio que habita. Hay ciudades afiladas que pertenecen a la misma especie y que mantienen rasgos identitarios de forma casi fija.
No es ésta la condición de Málaga, ciudad de rebalajes, que fluye al ritmo de los vaivenes económicos. Se acaba un año abundante en cambios, lleno de reajustes, de metamorfosis. Un año de observar como las cosas evolucionan necesariamente ante la variación del modelo inmobiliario que ha sustentado la actividad urbanística en los últimos tiempos. Que el modelo no era sostenible a la vista está. La situación presente permite, redefinir los objetivos y valorar la relación de esfuerzos-logros. Ha llegado el momento de valorar como grandes y estratégicos los proyectos pequeños; y de perseguir y exigir que la excelencia en la construcción y la arquitectura sea en nuestra ciudad un ingrediente constante, igual que lo es en tecnología o gastronomía.
El Congreso Internacional de Arquitectura de Pamplona que congregó entre otros, a los Pritzker Renzo Piano, Jacques Herzog y Glenn Murcutt analizaron cuales son los nuevos planteamientos de la arquitectura en la sociedad hoy día, su necesaria vinculación a la ecología, la importancia de recuperar la escala perdida de los edificios, la incorporación de modelos blandos, energéticamente autónomos de urbanización, la insistencia en la belleza como valor necesario en la construcción de nuestras ciudades y la ligereza de los edificios y mesura en el empleo de los materiales. Las ciudades pueden, deben, ser mejores lugares y han de recuperar plenamente su sentido primero como lugar de convivencia para beneficio mutuo. Herzog concluía con la necesidad de «afrontar el futuro de las ciudades con pasión y optimismo». Fundamental para una Málaga que sigue en tránsito.
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