jueves, 8 de noviembre de 2012

RESISTENCIA Y MECENAZGO



En Arquitectura no hay nada ineludible salvo la fuerza física de la gravedad y el deseo necesario o su carencia. La ciudad surge de un original deseo compartido por el hombre: el deseo de agruparse y convivir, para conseguir con ello ampliar el horizonte de nuestras posibilidades existenciales, gracias básicamente a los cuidados solidarios de una comunidad frente a la desprotección de una supervivencia aislada. Para esto sirven las ciudades sino, deberían llamarse de otra manera.

En la Vega de Granada, la fábrica azucarera de San Isidro construida a principios del siglo XX, asiste a un desafortunado proceso de acoso y derribo disfrazado de progreso e inevitabilidad económica. Algunas «hipótesis de futuro» en el trazado del AVE casualmente precisan del pequeño lugar ocupado por esta valiosa arquitectura industrial y su patrimonio paisajístico para ubicar en él, a cuatro kilómetros de Granada, una incomprensible estación ferroviaria. En la prehistoria, los cazadores empleaban pieles de animales para acercarse a su presa sin ser vistos y conseguir así cobrarse la pieza; desde entonces los habitos cinegéticos se mantienen con pequeñas variaciones. En la ciudad existe la depredación urbana, los resultados los estamos viviendo en las consecuencias de un poder omnímodo y voraz que exprime el territorio para sacar zumo urbanístico mediante recalificaciones indiscriminadas de Naturaleza. Los disfraces de los nuevos cazadores son más sutiles y complejos y sus brillantes cotas de malla están trenzados con la aleación más mimética de legalidad, progreso y plusvalía.

En la Torre de la fábrica de San Isidro, el arquitecto Juan Domingo Santos tiene su estudio de arquitectura. Desde él han salido hermosos proyectos valorados internacionalmente; como el que intenta proteger este patrimonio industrial como Centro Cultural de la Vega de Granada, continuando en él, las actividades culturales desarrolladas hasta el presente. Junto a algunos colectivos sociales y políticos, el arquitecto que con Álvaro Siza desarrolló la propuesta ganadora del concurso del nuevo acceso a la Alhambra, mantiene una resistencia protectora alimentada por la certeza de que sucumbir al arrollador depredador inmobiliario sólo acabaría devaluando los valores patrimoniales, arquitectónicos y paisajísticos de Granada. Hay veces en que la mera resistencia puede convertirse en un acto de mecenazgo. Creo que ésta es una de ellas.

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