jueves, 21 de febrero de 2013

EVOLUCIÓN CONJUNTA


Las comunidades tienden a familiarizarse con el hábitat que ocupan, por un lógico proceso de adaptación al medio propio. «Yo soy el lugar que habito», decía el escritor Nöel Arnaud. Así es: del mismo modo que el hombre crea y modifica las ciudades que hereda, éstas influyen y conforman a sus habitantes. La ciudad da forma a sus ciudadanos, a su imagen y semejanza, de un modo tan inefable que quien ha vivido en distintas ciudades lo sabe por los cambios que la adaptación provoca en sus hábitos y costumbres. Manhattan es una ciudad volcada continuamente en su futuro, con un optimismo tan sólido como la roca sobre la que construye sus rascacielos, una ciudad que vuelve hiperactivos a quienes la viven; Venecia es una ciudad-milagro de palacios en una laguna, que reviste de serena dignidad a sus habitantes; Málaga es una ciudad de sol, acogedora, saludable, y relajante como su mar...
En Meditaciones del Quijote Ortega escribió su famosa máxima «Yo soy yo y mis circunstancias» seguida de un «y si no la salvo a ella no me salvo yo», haciendo ver que el individuo bien entendido no es sólo el hecho diferenciado de estar en el mundo, sino también el mundo mismo que forma la otra mitad de las personas. Los problemas urbanos que no se solucionan corren el riesgo de perpetuarse por falsa selección cultural, como situaciones o actuaciones urbanas negativas a las que sus habitantes se acostumbran sin saber que con ello devalúan «la mitad de sus personas». Por ello es necesario que las comunidades puedan influir más directamente sobre sus destinos urbanos.
Málaga no cuenta con un modelo propio de ciudad con el que desarrollar coordinadamente las intervenciones urbanas que se realizan, –el actual PGOU no terminó de plantearlo, quedándose básicamente como marco legal para reparto y desarrollo de edificabilidades–. Año tras año, década tras década, se perpetúan problemas urbanos cuya reflexión se plantea atendiendo principalmente al dinero o los acuerdos no disponibles, en vez de a los deseos de sus comunidades sobre la ciudad en la que quieren convertirse. Estas soluciones decidirán no sólo la forma de la ciudad sino también la de sus ciudadanos.

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