domingo, 28 de abril de 2013

ELOGIO DE UN OLIVO



En la calle Padre Jorge Lamothe hay un olivo. Es un olivo solitario. Por el grueso y las cicatrices de su tronco se ve que tiene una edad y que ha visto campo. Probablemente formaba parte de un olivar que directrices y subvenciones europeas desaconsejaron. Ahora está aquí, viviendo la ciudad, justo en la entrada del túnel de la Avenida de Fátima, en uno de los más rocambolescos espacios públicos de Málaga, donde un muestrario de farolas, escaleras, barandillas y desniveles demuestra empíricamente la dificultad que las distintas tramas urbanas, tienen para coserse entre sí de forma continua, como habilidosos bordados de monjas. No es el caso.
La diosa fortuna del reino vegetal quiso que este olivo hundiera sus raíces en un costurón urbano que mejora algo con su presencia. Este olivo antropomórfico con brazos en alto es capaz por sí solo, de erigirse en la realidad más valiosa de este rincón de la ciudad. En él asoma la Naturaleza. Y por contraste con ella, también se muestra la condición de lo artificial que construye la ciudad. Y en ese comparar el mundo urbano sale perdiendo, porque a veces, y ésta es una de ellas, la ciudad se construye por acumulación de sucesos sin orden ni concierto. La misma luz que favorece al olivo, convierte el trozo de ciudad que lo rodea en un vulgar atrezzo. Falta en este lugar ángel. Falta cuidado y arte.
La ciudad es la mayor obra de arte imaginable, comunitaria y continua, siempre inconclusa. Todas las acciones cuentan; la mejoran o empeoran registrándose en su inefable contabilidad. Y en estos apuntes contables, perdemos Naturaleza. Se dragan fondos marinos para ganar playas. El horizonte marino se llena de interferencias construidas. Los ficus centenarios de la Alameda languidecen a su suerte. Los árboles de calle Strachan, arrancados hace años, días antes de una procesión de Semana Santa, siguen sin reponerse. Calle Larios sufre de bisutería floral con plantas de plástico y geranios que ridiculizan la Naturaleza. El Guadalmedina sigue siendo una gigantesca regola urbana... Toda desconsideración hacia la Naturaleza empeora el medio ambiente urbano. Y aquí está el olivo de brazos abiertos, para recordárnoslo desde su rincón.

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